sábado, 16 de enero de 2016

Como Robar En Grandes Almacenes Sin Que Te Pillen

Bueno, bueno, bueno... El otro día estaba yo haciendo no sé el qué y se me vino a la mente así, por mandamiento divino, la idea de utilizar este presioso blog para enseñarle a mis lectores algunas cosas y de esta manera, aprender y adquirir nuevas habilidades y destrezas.

Y para empezar voy a enseñaros algunos trucos para robar en los grandes almacenes (esos lugares que tienen desde ropa hasta comida, es decir, el Carrefour de toda la vida). Qué digo robar, eso suena muy feo. Llamémoslo "apropiación indebida" o "sustracción impropia de lo ajeno".

Bien, entonces, demos la bienvenida a la sección "¡Aprendiendo con Marta!", unas clases gratuitas en las que aprenderéis muchísimas cosas para afrontar la vida. Seamos realistas: Los bollycaos dokyo (los dorayakis de Doraemon, amoavé) son muy caros y están muy ricos. Son orgásmicos, no sé qué mierda llevarán, si marihuana o caca de mono oxigenada, pero los jodidos están más buenos que robarle el wifis al vecino.

Y como son tan caros que no puedo comprármelos (en realidad sí puedo, pero no me da la gana pagar tanto por tan poca cantidad, que es que cojón, das un mordisquito y ya casi te arrancas tu propia uña) pues abro el paquete en mitad del supermercado y me los voy comiendo escondiendo la cabeza en el carro de la compra cual avestruz que esconde la sesera bajo tierra. De esta forma, la gente no verá cómo te estás zampando ansiosamente los cuatro bollycaos, sino que verá un culo en pompa que rebusca algo por el carro de la compra con movimientos sospechosos durante 3 minutos.

Pero esto es solo el principio. Pues seguí yendo y fui mejorando mi técnica. Abrieron la sección bollería casera, donde hay infinidad de bollos y azúcar por un tubo; que si donuts, que si galletas, que si magdalenas, que si palmeras, que si cupcakes, que si bizcochos, que si pepito de ternera... (la verdad no sé qué coño pintaba ahí un pepito de ternera pero bueno, estaba y punto, a mí no me incomodaba su presencia).

La primera vez cogí un coulant (pronunciado /culán/. Sabéis lo que es, ¿no? ¿El bizcocho ese de chocolate que muerdes y por dentro tiene otra bomba de chocolate derretido que te deja la boca como si te hubieses comido una mierda deshecha y recalentada al microondas? Pues eso), tres donuts ( /donus/ de toa' la vida de dios) con distinto glaseado y una napolitana de crema cremosonamente cremosa. Entonces salí de la sección bollería con una bolsa del pan cogida de la sección panadería que linda (linda de lindar, no de que sea bonito) la una con la otra, para dirigirme acto seguido a una zona muerta de todo grande almacén que se precie; la sección colchones.

Por la sección colchones y mobiliario no pasa ni un alma, está eso más abandonado que un polígono en martes por la tarde. Lo máximo que puedes ver pasar son las plantas rodantes esas de las pelis del oeste (llamadas tumbleweed en inglés. Sí, es lo que estás pensando, han juntado la palabra "tumble" con "marihuana" y ha salido eso, los ingleses son muy creativos haciendo palabras).

Todo era genial y precioso, disfrutar de unos dulces tan orgásmicos encima de un colchón tan cómodo sin tener que pagar nada era un placer del universo. Hasta que llegó... ella; una de las reponedoras justo tuvo que aparecer cerca de mi colchón (no lo había comprado, pero ya había puesto mi culo encima, así que podía considerarlo mío) provocando que me incorporase de un salto disimulando la bolsa en mi espalda y poniéndome tiesa como un palo de golf. La mujer me miró raro, levantando un labio. Por mi frente hacía su recorrido una preocupada gota de sudor que...

—Marta, parfavah, deja de dramatizar...
—Calla.

Entonces la mujer pasó de largo y yo volví a mi estado normal y rumiante pensando "A mí plin, yo como en el pikolín". Eso sí, tenía que buscar una técnica mejor; la sección colchones tenía ese pequeño fallo...

Así me fui a la sección ropa y calzado, concretamente, zona probadores. Y aquí llega el truco mayor, tomé dos camisetas y un pantalón y envolví los bollos en la ropa. Entré a un probador, me senté y desenvolví la bolsa cuidadosamente para terminar de engullir comer. Tras terminar mi banquete y hallarme con el estómago lleno nivel: Adele en el McDonalds, salí de aquel cubículo y ahí estaba de nuevo; la mujer que levantaba el labio al verme, y sé por qué me miraba así. Seguramente la talla del pantalón que había cogido a ella solo le cerraba en una de sus piernas, pero lo que es sospechar de mí no lo percibí mucho...

*Lo que en realidad estaba pensando la mujer: Y esta qué ha hecho ahí tanto tiempo, y qué sería ese sonido de bolsa, y por qué sonríe tanto la gilipolla' esta...*

Dejé la ropa que había cogido para tapar las pruebas incriminatorias (ahora se había quedado pegajosa, pero ya no era mi problema...). Total, que a día de hoy esta es mi técnica para comer sin pagar, y todos salimos ganando (en realidad solo yo, pero mi ceguera egocéntrica me impide ver que a lo mejor podría estar arruinando a la empresa pero bue... ¡que aumenten la seguridad, que es mu' mala!).

Creo recordar que una vez intenté esconderme tras una columna de la zona chanclas para comer mejor (el probador era muy agobiante) pero tampoco resultó... al parecer la gente veía raro ver a una chica de espaldas tras una columna y se acercaban a mirar... cotillas.

Y hasta ahora no he diseñado ni planeado ninguna otra estrategia para la comida, eso sí. Mi ropa interior abunda. ¿Que por qué?

Mira, es muy fácil.

Vas a la sección papelería y coges unas tijeras. Vuelves a la sección ropa y calzado, tomas los gayumbos o bragas que quieras y te metes en el probador. Tranquilamente, inspeccionas cada pieza una por una recortando toda etiqueta hasta dejar cada prenda completamente limpia de papeles que puedan hacer pitar la máquina esa que pita. Y el último paso es quitarse los pantalones y zapatillas y ponerse toda la ropa interior una encima de otra. He de decir que la primera vez que lo hice sustraje tres que me puse encima de las que ya llevaba puestas. Así me encontré con cuatro bragas en mi zona zezuá que recalentaron el tema de sobremanera. Y eso empezaba ya ha echar un sudor que madre mía... Pero tranquilidad, mantened la calma, cuando llegué a mi casa me duché y como nueva. Aunque con cuatro bragas más que aún conservo.

Además, volviendo a los almacenes, recuerdo que tanta presión no me dejaba caminar bien y en vez de parecer que llevase 4 bragas se veía más como un gran pañal de bebé. Iba por todo el supermercado andando a lo cagao'. Eso sí, se me quedó el culo de mantener la posición de las sentadillas más duro que un pan de 8 días.

Pero no lo recomiendo porque mi mami, la listuca de ella, me pilló y no me dejó volver a hacerlo (obviamente), os aconsejo ir a cholar solos, más tranquilidad.

Hale, ya está. Estás han sido las únicas técnicas de sustracción que desvelaré porque no me apetece escribir más (comentarios de odio en 3, 2, 1...).

Ah, y dos cosas antes de irme:

1. Si te descubren sustrayendo o apropiándote de lo ajeno no quiero culpas, lo hacéis bajo vuestra responsabilidad y libertad. Pero si os quedáis más tranquilos os dejo aquí el link de una página para que me escribáis vuestras quejas y todo eso: www.jáqueoslohabéiscreído.com y si por algún casual dice que no existe quéjate en www.contuquejanoslimpiamosel...com

2. Y dos; con este capítulo no pretendo aumentar los índices de cleptomanía en el mundo ni mucho menos. Bueno, y si fuese así, ¿qué pasa? Ni que fuese una enfermedad ser cleptómano...

—Sí, sí que lo es.
—Calla.
—Estás enfermo.
—Al menos a mi madre no se la ha tirado hasta el alcalde.
*Huye*



No hay comentarios:

Publicar un comentario